Milonga de mis amores

LA NACIÓN

12 de julio de 2013

Gabriel Plaza

Un exquisito espectáculo de Agustina Videla y Nora Lezano rescata en el barrio de La Boca el espíritu iniciático del tango

El auto se mete por la orilla portuaria de La Boca y transita por esa geografía casi fantasmal: barcos atrapados por el petróleo, pibes en la esquina y los picos de grúas abandonadas que asoman entre la densa niebla que cubre el Riachuelo. El Teatro de la Ribera, enclavado al costado de Caminito, está rodeado de esa atmósfera onírica y cinematográfica de «Nieblas de Riachuelo». Dentro de la sala en la que se realiza el ensayo general de Social tango -el espectáculo de Agustina Videla y Nora Lezano, que se estrena esta noche-, suena el tango de Cadícamo y Cobián, en la voz gitana de El Cigala. Todo parece formar parte de una escena montada para una película: un viaje iniciático al corazón del tango.

La sala del teatro al estilo italiano donde se monta la obra está vacía; sólo hay tres espectadores sentados en filas diferentes: Agustina Videla, Ramón de Oliveira y Nora Lezano. Ellos son los factótums, junto con Mayra Galante, de esta puesta que conjuga el tango, la danza y el video. Están viendo una pasada de la obra, sin vestuario ni luces, pero la puesta brilla con un fino registro de los códigos milongueros, su selección musical, capaz de combinar con eficacia y rigurosidad, tangos de las típicas del 40 con Django Reinhardt, y en la austeridad coreográfica del espectáculo que deja a la vista sólo lo esencial, como las imágenes de Nora Lezano, colgadas en el foyer . Todo arma el viaje de transformación de una persona que ingresa en el mundo milonguero por primera vez.

Agustina Videla, la coreógrafa y directora del espectáculo, junto a Nora Lezano, cuenta que el leitmotiv de la obra surgió de sus viajes como docente. «Fue una experiencia muy fuerte descubrir a lo largo de mucho tiempo cómo se transformaba la vida de una persona cuando ingresaba al tango. En muchos casos uno puede ver cómo le cambia la vida aprender a bailar y encontrar en el espacio de la milonga una salida de escape, un lugar de encuentro más feliz que el de su rutina diaria. Eso era lo que quería contar con este espectáculo», dice la bailarina, que está debutando con este espectáculo en la emblemática sala de La Boca.

Para la artista visual Nora Lezano –conocida por sus fotografías del mundo del rock y por sus recientes experiencias teatrales basadas en textos de Pizarnik y Olga Orozco– ésta también fue una experiencia de iniciación en muchos sentidos. «La primera vez que entré a la milonga La Ideal me quedé impactada, me enamoré de ese mundo: esos rostros, los códigos del baile y todos los personajes que conviven en ese mundo en el que encontrás gente de distintas clases sociales, de todas las edades y de todas las nacionalidades», cuenta la fotógrafa, entusiasmada con este viaje, que inició cuando la convocaron para aportar su original mirada estética a la obra.

Los empleados del Teatro de la Ribera no cambian su rutina y se mueven con cierta modorra en un día que se parece al resto del año. Tras la finalización del ensayo se apaga la iluminación del foyer. En esa semipenumbra, se respira mejor esa atmósfera eléctrica, antesala del estreno de esta noche, que marcará el comienzo de este viaje iniciático para las dos jóvenes directoras.

Para la bailarina Agustina Videla, éste es su primer trabajo como coreógrafa al frente de una compañía. «Para este espectáculo busqué la fusión. Me gustaba mucho la idea de incorporar elementos de la danza contemporánea y el neoclásico. Buscaba rescatar recursos coreográficos grupales y trasladarlos a la esencia del baile, porque no quería perder ni la caminata ni el abrazo del tango. En ese sentido, estuvimos muy bien rodeados con Mayra Galante, y armamos un equipo de trabajo con una bailarina de danza contemporánea y una entrenadora actoral, que hace cuatro meses están formando a un grupo de bailarines, para que haya una unidad estética. No queríamos que fueran parejas de tango que vinieran cada uno por su lado, sino que se viera una compañía.»

Para Nora Lezano es su debut dirigiendo los cortos, que se muestran durante el espectáculo y sirven de inicio de cada escena, protagonizados por gente real de la milonga. «En lo visual planteamos una estética en blanco y negro para darles una cosa de atemporalidad a los cortos y las fotos. Eso me parecía que iba a unificar todo. También quería trabajar con lo mínimo porque en mis fotos soy así. La idea para mí siempre es dejar lo esencial de las cosas, sea en un retrato o en el baile, porque si uno saca el adorno queda lo que tiene que quedar: la esencia del tango», apunta Lezano.

–¿Qué universo del tango querían mostrar?

Agustina Videla: –Queríamos hacer un espectáculo que hablara del tango contemporáneo y de cómo se vive hoy en Buenos Aires. Que admitiera mucha diversidad y que estuviera muy lejos de los clisés que llegan a la escena, porque hay un preconcepto de que el tango arriba del escenario tiene que ser espectacular. Queríamos contar una historia simple y clara que nos conmueva sin necesidad de impresionar a nadie y que no traicione los valores del tango social, lo que vive la gente cuando baila en las milongas.

Nora Lezano: –Buscamos austeridad estética para contar una historia que les puede llegar incluso a mis amigos, que no son del palo de la milonga y pueden ser prejuiciosos, con una propuesta que tiene una impronta estética distinta. Pusimos todas las disciplinas en función de la obra –la fotografía, el video, la danza y la música–, pero que se mantenga austera, de cada cosa aparece lo mínimo, lo que tiene que ser. Entonces, puede llegar al tanguero y al que no lo es. No importa que lo bailes. Podés ser sólo un voyeur, como me pasa a mí, pero lo importante para nosotras era mostrar la actualidad del tango y la actualidad del tango está en la milonga, no en esos espectáculos acrobáticos

Un mundo? en fotos

La obra Social tango se complementa con la muestra de fotos que la artista Nora Lezano exhibe en el foyer del Teatro de la Ribera. La producción fotográfica se realizó en la milonga Cachirulo, en la que Lezano colocó un estudio portátil para que todos los personajes que pasaran por ese espacio quedarán registrados en ese momento único e intransferible. «Los personajes fueron colocados delante de un fondo blanco y no había poses. Eran ellos mismos haciendo lo que querían.» La muestra está compuesta por treinta fotos, más una serie con retratos de los personajes que aparecen en los cortos de la obra. «Ellos son los verdaderos protagonistas de esta historia», concluye la artista.